Dos cuerpos invisibles tan cercanos e incapaz de tocarse. Una barrera de aire, miedo y deseo los separa de un beso de ámbar.
Ella dispara palabras impregnadas de tinta roja a un corazón que no lleva su nombre.
Él se mira en sus ojos esperando encontrar el abrazo de un niño.
Mil miradas de primavera suficientes para escribir un libro de hojas verdes, que tiene como protagonistas: A una chica sin ideas con la boca frambuesa y al chico de letras blancas que le devolvió la imaginación. En el escenario una cama rodeada de cuatro paredes, jaula de nuestras alas, donde hacen el amor con los ojos. Entrelazando sus iris y acariciándose las pestañas.
Invisibles a la música del silencio, al tic-tac del reloj y a los ojos del mundo.
6 de mayo de 2007
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2 comentarios:
Saludos Irene.
Más que invisibles suena a ajenos, porque son ellos quien no miran al tictac ni al mundo....bah, déjalo, me rayo con tonterias.
Volveré por aquí si posteas máss.
y una luz azul, tenue, de fondo
bonita y capicíua
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