No vas a cambiar nunca...

Hasta los colores han cambiado. Ahora el azul se confunde con el blanco. Las canciones ya no hablan de nosotros. Y tú sueñas con la chica de ojos tristes. Las fotografías ya no guardan recuerdos. Vidas sin enfoque. La chica de la boca frambuesa sueña infinitos y las letras blancas aprendieron a mentir. Mentiras rotas como cristales. Los viajes son eternos, sin final como los cuentos de interminables palabras. Los corazones ya no están locos. Voces dormidas. Y lo de hacerse valiente se convirtió en una frase polar.
Mis ojos ya no son de almendra. He cambiado de perspectiva y forma. [Me duelen las pupilas por llorarte en un vaso de agua y la yema de los dedos por intentar tocar lo intangible.] Ojos de avellana. Las calles ya no me recuerdan a ti. He borrado huellas. Dejé las preguntas en paredes (Porque hay cosas que nunca cambian). Ya no dejas caer verbos sobre los autobuses, los platos y las sábanas. Como en el libro...
Ahora tenga tentativas de amor suicida como una cobarde kamikaze enamorada. Se me han acabado las casualidades. Yo también las gasté demasiado pronto. Los poetas tiemblan. Ya no quedan niños que sueñan con ser astronautas. Jugar con pistolas de plástico y abrirnos las heridas invisibles. He cambiado palabras por latidos, sueños por acción, esperas por trenes, noches por luz.

He aprendido a esperar nada...
y tú has dejado de buscarme.